Llegó de la oficina y se acostó sin comer. Miraba el techo sin parpadear, se filtraban por la las rendijas de las persianas las sombras lineales de los autos que se movían como relámpagos en la negrura de la habitación. ¿A dónde irían esas luces? Escuchaba las risas frenéticas de un grupo de amigos que esperaban el  22 bajo de su ventana. ¿De que se reirían?
 
Él le dijo que llegaría antes de la medianoche, que la fiesta no le interesaba. Que solo iba a la cena de cumpleaños de Meli porque no podía faltar. Que era solo una amiga, en realidad era amiga de la novia de su amigo Lucas. Meli le había hecho una chocotorta y le había regalado un habano con el único objetivo de cojérselo, pero para él los unía una gran amistad.
 
La cena no era una cena tradicional, era de disfraces y arriba de un colectivo, de esos todos tuneados que alquilan los egresados y los boludos que no se resignan a cumplir 30, como era el caso de Meli.
 
Sin perder un segundo la cumpleañera publicó una foto, estaba dirigida hacia ella como un Misil Ruso. Vestida de algo indescifrable, un especie de tutú rojo corto, con el culo y las tetas afuera.
 
Ella se habría disfrazado en ese mismo instante de la Reina de Corazones y hubiera ordenado que le cortaran la cabeza.
 
En la foto aparecía relajadamente explayada sobre las piernas de todos los invitados masculinos, obviamente su culo encastrado etre las piernas de su novio.
 
Eran pasadas las 3 de la madrugada y seguía sola en la cama. Hacía calor, los mosquitos daban vueltas sobre su oreja y se alimentaban de su soledad. 
 
Tenía sueño pero no podía dormirse, sentía culpa por la escena de celos de la noche anterior. Habia sido la primera discusión que tuvieron. La repasó desde el principio una y mil veces, la anudó y trató de desanudar, cual virgen desatanudos con la esperanza de encontrarse libre de culpas. Veredicto: siempre culpable. Habia llegado el momento, perdió la mascara. Todos pierden la máscara, quién antes, quién después. Lo inexorable de las relaciones.
 
Esa misma mañana antes de salir para el trabajo, se miró al espejo, tenía los ojos rojos, la cara demacrada, y el pecho comprimido como una pasa de uva – odia las pasas de uva, están secas, parecen viejas, tuvieron una vida pasada mejor, pero alguien las exprimió, las dejó demacradas como su cara en el espejo –
No había logrado descansar a pesar de tomar 3 cuartos de rivotril  y de que a pesar de todo él la abrazó con fuerza.
 
Se vió tan patética, delineó una línea negra sobre su párpado hinchado para ver si podía dibujar una cara distinta. No lo logró. Se puso los lentes de sol y evitó mirarlo durante todo el desayuno. El también estaba mal.
Mientras le preparaba el desayuno le dijo que no iba ir al cumpleaños que quedaría con ella esa noche.
 
La voz de su madre: ¡manipuladora!
 
  El jugo de naranja le pareció demasiado amargo. Se acordó de su madre nuevamente diciéndole a los hombres no hay que molestarlos, no los canses con boludeces. Estaba sentada en la silla de frente a ella en la cocina y la miraba acusandola, con un vestido negro con babero blanco, como una mujer similiar al tipo de la caja de Quaker, era de la Santa Inquisicion.
 
 Veía la cara de su padre con sus bigotes que la pinchanban cuando la besaba , y cuando se reía eran una mancha negra que se movía arriba y abajo con rapidez en la redondez carnosa de su cara de hombre bueno. 
-Oscar deja de comer pan que ya viene la cena 
Y él la miraba a ella de reojo, agarraba otro pedazo de pan, ingiriendo con rapidez y le hacía una mueca de silencio con el dedo índice.
 
Sintió miedo de perderlo. Como su madre a Oscar.
 
Lo besó, le tocó la entrepierna con suavidad y le dijo al oído que vaya al cumpleaños. Que esa noche iría a cenar a casa de su prima o quizás a tomar unas cervezas con amigas. Si el no iba a la fiesta, se convertiría  definitivamente en “ la loca” , en esa castradora patológica que llevaba adentro pero que intentó ahogar con fuerza contra la almohada manchada de rímel.
 
 
Sus devaneos se interrumpían cada vez que sentía un ruido en el pasillo, se giraba sobre su costado derecho, opuesto a la puerta y fingía estar dormida. Otra vez el boludo de arriba que se levantó a mear por cuarta vez en la noche. Se sacó el camizón negro de encaje que se había puesto especialmente para esperarlo, apagó el celular, lo dejó sobre la mesa de luz y se quedó quieta en silencio apretando los ojos.
 
Sintió esta vez el ruido dudoso de sus llaves en la puerta. Lo escucho tambalearse en el pasillo. Entró a la habitación sin prender la luz. Se tiró sobre la cama, sacándose los zapatos con el pie contrario sin desanudar los cordones. 
La busco con torpeza debajo de las sabanas. Le dio asco su olor a cerveza. Se hizo la dormida a pesar de la insistencia. 
-Que se cree, que se va de joda con los amigos y la puta esa y lo primero que va a hacer cuando vuelve es cogerme.
Giró la cara hacia él, lo miró directo a los ojos y le dijo:
 
-Son las tres y estoy cansada.
 
- El suspiro alcohol
 
Otra vez la cara de su mamá, a los hombres no hay que joderlos, los bigotes de su padre, arriba y abajo, el pan, la foto de Mica, la Reina de Corazones.
 
Le acarició la barba y lo besó con fuerza.
 

LOS CELOS
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